Llevo una dieta sana y equilibrada. Pero por qué cuándo llega la noche y ya he cenado, justo antes de irme a dormir, ¿tengo aquella necesidad imperial de tener que comer algo dulce compulsivamente?

Indicar que, con relativa frecuencia, existe una autopercepción de que la dieta que se lleva a cabo es "saludable" y "equilibrada", por la presencia y abundancia de determinados grupos a tipos de alimentos: verduras/hortalizas, frutas, pescado, productos de la pesca en general, carne blanca, huevos, lácteos desnatados y aceite de oliva, básicamente. Se potencia técnicas de cocción como al vapor, a la plancha o brasa y hervidos. Y, sin embargo, no se percata que faltan muchos otros (también igual de saludables) y necesarios en la dieta, como son las legumbres, los cereales y sus derivados (en formato preferiblemente integral) y tubérculos (como las patatas y moniato); además de los frutos secos, semillas oleaginosas y olivas.

Es decir, no nos percatamos que, con tal ausencia (por exclusión de éstos últimos citados, por lo que hemos leído y escuchado, e interiorizado de lo "calóricos que son" y que es falso), nuestra dieta es deficitaria en ciertos nutrientes. Sin entrar en vitaminas y minerales, en hidratos de carbono y ciertas grasas "de calidad". Y que, debido a esta falta de aportación, nuestro cuerpo nos pide lo que no le damos: "azúcar".

Tenemos unos requerimientos nutricionales mínimos de hidratos de carbono. Para empezar, para el funcionamiento de nuestro sistema nervioso. Y, para continuar, para nuestro tejido muscular, pero también para el resto de células.

Si no damos a nuestro cuerpo este mínimo (unos 100-140 gramos de hidratos de carbono a diario), que deben proveer básicamente del almidón y de azúcares presentes de forma natural en frutas enteras, leche y derivados lácteos tradicionales, él se lo pide: demanda fisiológica, por niveles bajos de glucosa en sangre. De aquí esta apetencia por algo dulce que se va acumulando a lo largo del día, y se hace "irresistible" a las últimas horas.

El problema surge de cómo actuamos ante esta situación: lo privamos durante todo el día de estos alimentos que son fuente dietética de hidratos de carbono complejos y simples (arroz, pasta, pan, legumbres, patata, quinoa, polenta, fruta y lácteos) y, luego, al final del día, respondiendo a su demanda, nos atiborramos de azúcares y harinas refinadas (productos ultraprocesados con montón de azúcares como ingrediente, y de bebidas azucaradas).

Debemos ser consecuentes: nuestro cuerpo responde según cómo lo alimentamos. Si lo hacemos adecuadamente, responderá bien. Si no lo hacemos adecuadamente, pedirá lo que no le damos.

Mi consejo: Acudir a la consulta de un/a Dietista-Nutricionista para ordenar la "dieta" y, con ello, evitar que se dé esta situación de forma habitual.